Literatura e amor
Y cuando se terminaban mis veinticinco años estaba en Italia, enamorado de cuanto me rodeaba, sin leer nada, demasiado feliz. Entre delantales y mapas creí que se me había escapado el tiempo de leer y recordé a mi autor preferido: Marsé-Rodoreda. El día después de cumplir los veintiséis, empecé mi primera novela. No debí hacerlo, aún quedaban rastros de la fiesta. Una primera novela es como una primera novia, pues más que nada enseña, corrige ímpetus, guía. Se disfruta más de las siguientes. Los primeros amores están sobrevalorados.
Dicen que el amor es ficción y que no hay mejor forma de enamorarse que la literaria. Yo no sé si el amor es ficción, lo que sí sé es que la ficción es amor. Cuando un escritor se adentra en una novela penetra en una historia de amor que poco a poco va haciendo suya. Entonces estar una mañana sin los personajes es una tortura. Estar un día entero sin hacerlos hablar, sufrir o reír, es demasiado trágico. Y pasar un fin de semana en la playa con tus primos y tus padres, sin las teclas y sus cuerpos, es algo tan desgarrador como tirar un café con leche encima del ordenador portátil en el que estás escribiendo la novela y ver cómo se apaga la pantalla sin haber guardado ninguna de las doscientas cincuenta y siete páginas que llevas escritas. Use Lahoz, Babelia.
Literatura e amor lembram-me sempre de “Amor nos tempos do cólera”.